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Cruce de brasas y tradición en la celebración de San Juan


Como todos los años el 23 de junio se celebro aqui en Puerto Esperanza, Misiones, el tradicional cruce de brasas en la noche de San Juan, fue un lindo encuentro en el que se lucieron los musicos, disfrutamos de las comidas tipicas, con un clima hermoso que acompaño esta fiesta.

A continuación cito una nota realizada por el medico pediatra, Ulloa, columnista quien destaca la relación de esta fiesta con el medio ambiente y la salud de la comunidad, es importante para tener en cuenta y la quiero compartir con ustedes.

Saludos: Marisol.

Cuenta la tradición que la noche de San Juan es la más fría del año. Es tan fría esa noche que las piedras se rompen con alboroto y las estrellas se ocultan en el cielo oscuro. La tradición ha hecho que los seres humanos enciendan grandes fogatas para calentar al santo y contrarrestar el aliento helado de la noche. En Bolivia esa tradición venida desde occidente ha echado raíces en el oriente, donde ha tomado sus propias características. Cómo ignorar el paso de los velasquinos sobre las brasas. ¡Toda una tradición ignaciana!
La noche de San Juan, relatan los cronistas, se festejaba al calor de las fogatas y en medio del consumo a veces desmedido de ponches, leche de tigre y otras bebidas espirituosas para poner alegre el corazón. Para avivar el fuego se recurría primero al uso de leña especialmente preparada para el efecto, la misma que se vendía por fardos. También se echaba mano a la leña común y corriente, y cuando se podía a un madero de jenecherú. De esta manera se destruían árboles para la leña. Pero era habitual quemar recuerdos, cosas viejas, cartas de amor, fotografía para matar el recuerdo y después…señores a bailar todos!
Pero el humo de las fogatas cubría el cielo por esa noche y varios días más. Alguien lanzó la alarma señalando que la quema de los cadáveres vegetales contribuía a destruir la capa de ozono, una capa en la atmósfera que nos protege del daño directo que causan los rayos del sol sobre la piel. Los expertos en medio ambiente comenzaron a advertir a la gente del peligro del humo sobre la salud respiratoria y de la necesidad de proteger la naturaleza suspendiendo los festejos tradicionales de San Juan. Pronto se supo que los gases tóxicos de las fábricas, más la quema indiscriminada de los bosques agrandaban el agujero de ozono.
La tradición fue cediendo a la presión mundial por la preservación ecológica. En la actualidad se sanciona con multas a quienes encienden fogatas en la noche de San Juan, cuando deberían multar a los que queman los bosques, a los que practican el llamado “chaqueo” y a los que envenenan la atmósfera con productos comerciales tóxicos. El humo de las fogatas de San Juan no es nada comparado con lo que se quema durante todo el año. El daño causado a la capa de ozono sólo se podrá remediar poniendo coto a la emisión de gases venenosos por las industrias de propietarios irresponsables sin conciencia ecológica.
La noche de San Juan ya no es lo que era. Hoy es más una oportunidad para el desenfreno consumista de productos traídos por los pelos para la ocasión. Es hoy un pretexto para irse de copas. Se ha perdido el fervor religioso de la tradición y el ambiente familiar que hacía que todos los miembros compartan alrededor del fuego, saltando, gritando, bailando. Ya no es más San Juan lo que era. Por eso, más vale dejar de quemar y hacer humo. Más importante es un cielo límpido y sin humo. El futuro de los hijos de nuestros hijos lo exige.
*Fernando Luis Arancibia Ulloa es periodista. Médico pediatra.


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